jueves, 13 de noviembre de 2008

Un sueño hecho realidad

Empecé a montar en bicicleta a los ocho años, como consecuencia de la formación de la Escuela de ciclismo de El Barraco (Ávila). Ese año (1982) Ángel Arroyo, hijo de esta localidad, había ganado la Vuelta a España. A esa temprana edad, el ciclismo sólo era un juego, puesto que también me gustaba el atletismo, la gimnasia deportiva y el fútbol, pero poco a poco me fue conquistando porque, además de dárseme bien, era lo que más me gustaba.





Tuve la suerte de tener cerca de mí una cadena ciclista que empezó Arroyo y que siguió Francisco Ignacio San Román, con el que conviví en casa de mis padres durante su servicio militar y al que tengo un gran cariño y aprecio. Aquellos años le acompañó José Mª Jiménez “El Chava”, quien me ayudó mucho en el comienzo de mi carrera profesional. A partir de ahí empecé a abrirme hueco en este duro y complicado, pero a la vez hermoso e irrepetible, deporte de la bicicleta.








Aparte de estos grandes ciclistas, a los que admiraba y quería seguir sus pasos, hay otras personas que han sido muy importantes en mi vida, tanto en lo personal como en lo deportivo. Personas que influyeron en mi trayectoria, enseñándome y marcándome unas determinadas líneas de trabajo y de sacrifico. A ellos les debo, en gran parte, todo lo que he conseguido hasta ahora.

La forja de un ciclista

Del chaval que empezó en la escuela (Caja Salamanca y Soria) de la Peña Ciclista Ángel Arroyo, al profesional curtido que es hoy en día, hay una trayectoria de 23 años de esfuerzo, dedicación y espíritu de superación. Carlos Sastre continúa completando aún hoy en día un largo camino difícil de recorrer.



Antes de conseguir estrenar su palmarés como elite UCI ya había conseguido una gran victoria. Había apostado por ser profesional y lo había conseguido. Nada fácil. Su propio hermano Miguel ya se lo empezó a demostrar cuando le ganó en la primera carrera federada, una auténtica afrenta para Carlos. Él no podía fallar, su sentido de la responsabilidad siempre le ha obligado a exigirse al máximo.

Ganador en escuelas, batallador en cadetes, (en el equipo Elvor), completo, responsable y líder con enorme visión en juveniles (Yuste Electricidad). Esos primeros pasos bajo la sabía tutela y dirección deportiva de su propio progenitor, Víctor Sastre, le llevaron al destino por el que pasaba toda la materia prima de calidad forjada en El Barraco: el equipo sub-23 de Banesto.


Organizado, metódico, cuidándose al máximo, Carlos repasó en la cantera navarra todos los requisitos necesarios para ser un buen profesional: aprender a trabajar para los demás, a superar adversidades y a ganar.
Tras sobreponerse a un cúmulo de lesiones que le impedían alcanzar la tercera de las condiciones, Sastre se marcó un año 97 que despejó toda duda al respecto.









A través de la bicicleta, mi padre, Víctor Sastre, me mostró el deporte como un medio de desarrollo físico y mental.

Paso a paso, según iba ascendiendo de categoría, los buenos consejos que siempre me dio fueron determinantes hasta llegar a la categoría amateur.
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Llegado ese momento, y aunque siempre co
nté con el respaldo de su experiencia, me dejó en manos de José Luis Pascua, uno de los mejores preparadores físicos de nuestro país. Con él estuve tres años, hasta llegar a profesionales, momento en el que






nuestros caminos se separaron. Con Pascua aprendí a prepararme y llegar a mis objetivos en las mejores condiciones físicas y mentales. Gracias a su trabajo y ayuda, al apoyo incondicional de toda la familia y a mi novia Piedi, conseguí dar el salto a profesionales.




















Como él siempre ha sido un ciclista con las ideas claras y tenía su meta puesta en vivir de lo que siempre le ha gustado, el ciclismo, ante los titubeos de los dirigentes de Banesto, que no le garantizaban su paso al primer equipo, no tuvo ningún reparo en aceptar la oferta del eterno rival, ONCE-Deutsche Bank. Allí continuó la etapa de aprendizaje, dio sus primeras pinceladas de calidad y volvió a iniciar, ya como profesional, la trilogía que encamina hacia el éxito. Demostró sobradamente que no se le caen los anillos por trabajar.


También tuvo que superar adversidades, como la de su hernia de hiato, que no le dejó rendir al ciento por ciento hasta que se operó. Vencedor de la montaña en la Vuelta 2000, estrenó su palmarés ganando una etapa en la Vuelta a Burgos 2001. Después de cuatro años madurando con Manolo Sáiz, le llegaba la hora de aspirar a ganador, cosa imposible en un corral con tantos gallos.

ciclismo


Su paso al CSC llegó motivado por la obligación consigo mismo de conocer hasta dónde puede llegar planteándose los mayores retos. Carlos Sastre ya no se conformaba con menos que liderar un equipo con aspiraciones de luchar por la general en una gran vuelta, apuesta para la que ha encontrado un cómplice inmejorable: Bjarne Riis. Su décimo puesto en la general del Tour’02, donde fue el único que aguantó la rueda de Armstrong en la etapa de La Plagne, fue el premio a su ciclismo valiente y ofensivo y le valió ganarse la confianza de su director.

La progresión de Carlos, desde entonces, ha sido re
gular y ascendente en las pruebas de gran fondo. En 2003 terminaba 9º en el Tour tras imponerse brillantemente en la 13ª etapa. En 2004 subía otro escalón y se clasificaba 8º en el Tour, pese a sufrir una fractura de costilla, y 6º en la Vuelta.

En el Tour de 2005 fue un puntal de su compañero Ivan Basso, quien terminó segundo tras Armstrong. Pese al intenso trabajo realizado, llegó a París en la vigésimo primera posición.
Con todas estas bases comenzó mi vida laboral, mi trabajo: ser ciclista. El comienzo, en el equipo ONCE, no fue nada fácil. Tuve que adaptarme a la categoría y aprender el duro oficio de ser un gregario para corredores como Laur
ent Jalabert, Abraham Olano o Josefa Beloki. No me costó mucho, pues siempre supe lo que ellos necesitaban en cada momento; lo que tenían que hacer al final de cada carrera.
















Pese a ello, siempre quise progresar. De ahí que cuando recibí la oferta de Bjarne Riis para irme al CSC Tiscali, no lo dudé ni un momento. Fue un cambio muy importante en mi carrera deportiva. Aunque también tuve que sacrificarme en muchas carreras por mi compañero y amigo Tyler Hamilton, en el equipo danés gocé de un amplio margen de libertad para conseguir mis propios objetivos.

Esta oportunidad ha supuesto un cambio muy importante en mi carrera deportiva y en mi forma de contemplarla en estos momentos. La confianza que en mí han depositado, tanto el director como mis compañeros, ha sido determinante para seguir progresando y poder alcanzar mis metas, que siguen siendo las de todo niño que sueña con ser ciclista.


Un mes después tomaba la salida en la Vuelta portando los galones de su equipo y terminaba en el tercer peldaño del podio.








La temporada 2006 marcó su mejor registro en un Tour en el que, tras un excepcional trabajo en el Giro para su compañero Basso, tuvo que ejercer inesperadamente de jefe de filas. Terminó cuarto en París, tras rondar la posibilidad de victoria en la fase decisiva de la carrera. Y sorprendiendo a todo el mundo por su capacidad de recuperación, aún se atrevió con la Vuelta, en la que también estuvo en la pelea concluyendo en una dignísima y meritoria cuarta plaza.
Al año siguiente, con más confianza y experiencia en el liderazgo del equipo, repitió el cuarto puesto en el Tour y mejoró en la Vuelta, donde terminó segundo, ganándose el cariño de la afición por su combatividad y agresividad, siendo el único corredor que plantó cara a Denis Menchov a lo largo de toda la carrera.

Y si la temporada 2007 significó la confirmación de su calidad como ciclista de grandes vueltas, en 2008 iba a certificarlo una vez más consiguiendo la victoria en el Tour de Francia. En plena madurez como deportista y persona, conseguía hacer realidad el sueño de su vida. Su actuación en el Tour fue impecable. Arropado por un gran equipo, Carlos Sastre desarrolló una perfecta combinación de estrategia, táctica, inteligencia y fuerza que dio como resultado el éxito más ambicionado por cualquier ciclista.

El colofón a su mejor temporada lo pondría un mes después, cuando sin apenas reponerse de actos de homenajes y agasajos, decidió tomar la salida en la Vuelta a España, finalizando en el tercer escalón del podio de Madrid. Su generosidad y entrega fue reconocida por los aficionados y por todos los medios de comunicación.












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